Título original:
The Song Remains the SameAño:
1976País:
Reino Unido / Estados UnidosGénero:
Documental / MusicalDirección:
Peter Clifton, Joe MassotDuración:
132 minReparto:
John Bonham, John Paul Jones, Jimmy Page, Robert Plant, Peter GrantLas presentaciones en vivo que se ven en la película están compuestas de tomas de los tres conciertos en el Madison Square Garden (27 al 29 de julio de 1973), a fin de lograr mediante el arte de la edición la mejor versión posible de cada canción en base al material disponible. Ello a su vez generó algunos problemas de continuidad entre algunas tomas. Un análisis detallado de todas las ediciones hechas en la película se puede ver en The Garden Tapes. Asimismo, la película incluye cinco secuencias de fantasía, protagonizadas por cada uno de los cuatro miembros del grupo y por el manager del conjunto.
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Hubo un tiempo en el que Led Zeppelin reinó sobre la faz del rock del planeta entero como la banda que llevó ese género a su cumbre máxima. Una época en la que la banda de Londres no tuvo parangón; no fue superada ni eclipsada por movimiento musical alguno. Un tiempo en el que el resto de propuestas musicales, por penetrantes, interesantes, vanguardistas y prometedoras que fueran, no tuvieron la capacidad de llegar a los altos vuelos del cuarteto inglés. Esa época sigue vigente. Led Zeppelin es insuperable.
La razón de ello se encuentra en que el grupo llevó el rock a su culminación dialéctica: superó todos los avatares de este tipo de música de masas, fundiéndolos en una propuesta abigarrada, ensimismada y dinámica que generó un poliedro sonoro cuyas ramificaciones han hecho saltar las aceras de la ciudad entera del rock durante las cuatro décadas que median entre el inicio formal de la actividad de la banda y el tiempo actual. [...]
En el tiempo en que eran jóvenes, borrachos, heroinómanos, salvajes y absolutamente geniales, integrantes de una sinergia artística que incluso ellos mismos no alcanzaron a dimensionar del todo en su momento, vio la luz el video (promocionado como película) The Song Remains the Same. Eran principios de los imposibles setenta. Época del cenit del capitalismo. Momento en que después del mediodía sólo comienza la tarde con la inminencia del ocaso. Esto fue válido para el sistema y para el grupo. En tanto, los esplendores de una época ya ida produjeron momentos culminantes que han quedado plasmados en la memoria real y psicológica de las colectividades posteriores. Uno de ellos es la banda sonora del video, grabada en vivo durante una serie de tres presentaciones en el Madison Square Garden de Nueva York (el 27, 28 y 29 de julio de 1973), núcleo radioactivo de la forma de vida del capitalismo tardío en su pico setentero más alto. Cuando Estados Unidos y Led Zeppelin reinaban en la Tierra. Cada uno ha sufrido sus propias mutaciones y polimorfías, pero una cosa es cierta: ambos han prevalecido y prevalecerán durante mucho tiempo más como vectores de sentido, guía y empuje de sus respectivos sistemas funcionales: el sistema-mundo y el de la música masiva.
No intentaré aquí forzar una analogía o una implicación que considero a todas luces falsa entre la música de la banda y el sistema económico global capitalista. Mi convicción teórica (a diferencia de Fredric Jameson y a consecuencia de Niklas Luhmann) es que las manifestaciones estéticas poseen el suficiente grado de independencia vital para liberarse del sistema-mundo que las vio nacer o incluso las propició (propiciar no es determinar). Éste sirve sólo de referencia temporal, de encuadre epocal, y nada más.
Una pregunta que viene a la mente al ver una audiencia de hace más de tres décadas frente a Led Zeppelin en un atestado Madison Square Garden es: ¿sabía esa multitud ante lo que estaba? ¿Tenían los asistentes plena conciencia de la magnitud del grupo, de la música y de la relevancia de lo que presenciaban? Es posible que sólo un pequeño porcentaje de los asistentes lo tuviera más o menos claro. No sólo porque como bien sabemos los asiduos a los conciertos, la mayoría de las personas sólo va a éstos para echar desmadre, emborracharse, drogarse y buscar sexo fácil, sino por una razón mucho más fundamental: no poseían la distancia epocal que produce la resonancia estética de una propuesta como la de la banda.
Si partimos de la premisa de que en medio de los excesos propios del entorno del sistema del rock, en el que en este caso se incluye primordialmente a los excesos de la década de los setenta, los integrantes mismos de Led Zeppelin no pudieron tener la suficiente distancia crítica para comprender la magnitud de su propia obra, cuantimenos las masas que los siguieron a lo largo y ancho del mundo. Integrantes y fanáticos de la banda sencillamente no poseían lo que desde Hegel sabemos que da pleno sentido a los acontecimientos históricos: la distancia del horizonte hermenéutico. [...]
Es imposible no percibir la retoma de todo el rock en un concierto tocado a toda máquina y en plenitud de facultades. Del inicio de la fusión entre artista-mercado-industria en los tiempos de Elvis Presley al exabrupto pretendidamente contestatario de la movida peace and love contemporánea al inicio de Led Zeppelin. Pero, sobre todo, está ese irredento, pertinaz, irrefrenable, sentido de la fuerza y la dinámica que permea la música del grupo y que sin lugar a dudas los atrae sin muchos rodeos a la esfera de lo que hoy conocemos como metal pesado. Aunque, claro está, la banda es eso y mucho más, como ya he afirmado. Todo ello ejecutado en vivo bajo una estructura de improvisación progresiva que sustentó al estilo de la banda durante toda su existencia con base en el bucle: orden - desorden - desorden ordenado - orden, marcando así su sello y su destino como el grupo de rock con las más geniales adendas en directo que se hayan escuchado jamás. [...]
Led Zeppelin consumó el rock. Con ellos, llegó a su último desenvolvimiento dialéctico. Estéticamente improbables, con todo materializaron todo cuanto era dable materializar en ese género musical. Después de ellos, ha habido bifurcaciones, matices, jaloneos y exasperaciones de diversa importancia y valía; algunas de ellas han sido verdaderas vetas preciosas e insospechadas. Pero ninguna ha superado lo que, por definición, es insuperable: la culminación del sistema del rock sella también los límites de sus posibilidades de ser. Fuera de estos, o bien se deshace o bien se transforma. Para rebasar a Led Zeppelin, entonces, habría que rebasar al rock mismo. (Manuel Guillén: Replicante)
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